Por: Génesis Dávila Santiago
Yarelis Rodríguez Amaro me recibió en la terraza de su hogar en Yabucoa. Allí, la brisa del campo complementaba favorablemente la vista a la ciudad, montañas y al lejano mar. Es en ese lugar donde la yabucoeña, a sus 34 años de edad, pasa muchas de sus horas mientras enfrenta el cáncer de mama que le fue diagnosticado en julio de este año.
Desde entonces, su mayor dificultad es ver a su familia y amistades sufrir a causa de su enfermedad. Con un nudo en la garganta y la mirada llena de angustia me dijo: “Sí que es difícil porque ellos no lo quieren demostrar, pero sé que en silencio sufren”.
Según el Registro Central de Cáncer de Puerto Rico, el cáncer de mama es el tipo de cáncer más diagnosticado en mujeres. A pesar de que las estadísticas no están actualizadas, los datos del Departamento de Salud indicaban en el 2014 que, en Puerto Rico, 1 de cada 12 mujeres desarrolla cáncer en el seno.
Los primeros síntomas
Esta enfermedad afecta también a los hombres, aunque en cantidades bajas, y puede manifestarse de distintas maneras.
En ocasiones, el pezón se contrae o secreta líquido, se forman hoyuelos en la piel, se hincha el seno, la piel del pezón se torna roja o descamada, o simplemente se hinchan los ganglios linfáticos, según la Sociedad Americana Contra el Cáncer.
A Rodríguez Amaro la enfermedad la sorprendió cuando comenzó a supurar por el pezón. Sin embargo, se realizó los análisis y la masa no se reflejó. Tiempo después, una aparente infección de orina la llevó a sala de emergencias, donde los doctores creyeron que tenía una piedra. Esta vez, el “escaneo ct” —una máquina que toma rayos X de diferentes ángulos— reflejó la masa en el seno.
Desde entonces, su vida no ha sido la misma: la alimentación debe ser orgánica, los tratamientos cuestan y las metas cambian. Aun así, sueña con terminar su doctorado y obtener un trabajo estable.
Rodríguez Amaro narró que cuando le diagnosticaron el cáncer en etapa tres, se encontraba sola. “Cuando el doctor me dice: ‘Los análisis salieron positivos. Tienes cáncer de mama’, lo primero que pensé fue en mami y papi…en mami y papi”, detalló con el rostro lleno de nostalgia. Son ellos, sus padres, quienes han estado ahí a lo largo del proceso, junto a sus hermanos y amigos.
Días buenos y días no tan buenos
En momentos donde siente que no puede más, se encomienda a Dios y continúa adelante. Dios, su fe, su familia y amigos son su motor para continuar. Destacó que “una de las mejores medicinas… es la fe y el apoyo humano”, independientemente de la religión o creencia.
A las personas pasando por la misma situación, las exhortó a que no huyeran de ese “calor humano” ni de las ayudas psicológicas que pudieran recibir.
Por ahora, su enfermedad está controlada y espera con ansias terminar su tratamiento de quimioterapia oral.
Mientras me comentaba de su alegría por terminar el tratamiento, un aguacero enorme cayó por sorpresa. Sin embargo, era difícil quedar empapadas porque unas cortinas nos protegían de la lluvia.
Cuando me comentó que ella misma las diseñó, no me sorprendió. Durante toda la entrevista había estado hablando con la persona que, desde que se le diagnosticó la condición, se preocupaba más por el bienestar de su familia. Como aquellas cortinas, Rodríguez Amaro, tal vez sin darse cuenta, se dedicaba a cubrir a sus seres queridos de la lluvia del dolor.